Equipo para el Camino de Santiago: las botas


E.G. Preparando el Camino, lo más importante es pensar "por" los pies, ya que para la cabeza sobra con un sombrero, un pañuelo o una gorra. Los pies son de hecho la parte más importante del cuerpo cuando se está en ruta. Con los pies dañados no somos nadie. Con ampollas sufrimos. Y con calzado inadecuado es probable que no lleguemos a Compostela.


La elección del calzado debe tener en consideración tres cuestiones fundamentales. La primera, nuestros propios pies. La segunda, el tipo de calzado disponible en el mercado. Y la tercera el tipo de ruta que vamos a recorrer.


Sobre los pies, sólo nosotros sabemos cómo respondemos a los diferentes tipos de calzado. Hay pies que no resisten calzado demasiado duro, o demasiado blando; o que tenga plantillas sintéticas en vez de las de cuero, por mucho que nos vendan que "respiran"; o con formas y materiales demasiado regios en los tobillos; o con puntera reforzada; o que no soportan la caña alta. Por ello debemos fijarnos ante todo en el tipo de calzado que habitualmente nos resulta cómodo, y en función de ello elegir nuestro calzado para el Camino.


En las tiendas es posible que nos muestren directamente calzado de montaña. Pero no tiene que serlo necesariamente, ni siquiera el que se conoce como de trecking (o senderismo), porque habrá pies que prefieran deportivas, muy ligeras y cómodas; y con suelas que amortiguen mejor las miles de pisadas que vamos a disfrutar (o sufrir, según se mire).


Podemos pedir las deportivas, o como mucho las botas de senderismo, ya que en el Camino no vamos a encontrarnos grandes desniveles, pedregales o zonas que realmente exijan bota estricta de montaña. Por el contrario el Camino discurre por muchos bosques, llanuras y senderos fáciles de recorrer en el sentido estricto de la palabra. Salvo muy contadas excepciones, la dificultad va a estar más en las horas diarias de caminata que en el terreno por el que caminamos.


Además de calzado cómodo para nosotros y adaptado al terreno, la tercera de las variantes es que transpire, ya que vamos a caminar jornadas enteras y, si es en verano, con temperaturas que estarán entre los 28 y los 40 ºC. El sudor humedecerá los pies si no tenemos un calzado adecuado; y con ello generar las temidas ampollas. Por esto no es aconsejable que se trate de calzado demasiado tratado contra la lluvia ya que 100% impermeable implica falta de ventilación.




Y ... el gran error es comprar las botas unos días antes y estrenarlas radiantes en el Camino. Estrenar calzado en ruta es garantizar una primera semana llena de sufrimiento y, quién sabe, quizá incluso el abandono. Debemos comprarlas y utilizarlas unas semanas -meses- antes de iniciar la ruta, para comprobar que son las que necesitamos, "hacerlas" a nuestros pies, y habituarnos también a caminar con ellas. Sólo así sabremos que llevamos el calzado adecuado para nosotros.


Tras la decisión sobre las botas nos quedaría aún decidir si va a ser el único calzado que llevemos. Lo ideal sería llevar dos pares e ir alternándolas, para que los pies vayan alternando envoltorio. Pero sabemos que en el Camino el peso de la mochila es tan importante como el calzado, y no hay calzado como el descrito que no tenga un peso cercano a 1 kg., o más si se trata de números altos.


Por esto nuestra recomendación no pasa por llevar botas de repuesto. Pero sí por llevar un calzado ligero y cómodo de "descanso" que podamos utilizar en las paradas, en los albergues, cada vez que tengamos un rato para parar. Sobre todo en verano descalzarse y airear pies y calcetines tantas veces como sea posible, puede ser la diferencia entre caminar con los pies destrozados por las ampollas o, simplemente, caminar cansados. Y es que además descalzarse es sano no solo para el cuerpo sino también para la mente. Porque no hay placer más grande en el Camino que pararse a descansar o merendar bajo unos árboles, echar la esterilla, descalzarse y contemplar tranquilamente el paisaje que nos rodea.


¡Buen Camino!



Comentarios