Centenario de la muerte de Martín de Herrera, el arzobispo de las peregrinaciones a Santiago

 



S.C. José María Martín de Herrera y de la Iglesia, conocido como el cardenal Martín de Herrera, estuvo al frente de la archidiócesis de Santiago de Compostela durante 33 años, entre 1889 y 1922, año en el que falleció. No deja de ser curioso que justamente este Año Santo, ampliado al 2022 de manera excepcional, permita la coincidencia con el centenario de la muerte de un arzobispo que fue esencial para el resurgimiento moderno de las peregrinaciones en grupo a Santiago.

Corría el año 1879 cuando se producía el redescubrimiento de las reliquias del Apóstol Santiago que traería consigo el germen del fenómeno del culto moderno al Santo, con la posterior exposición de sus restos en la Catedral compostelana. Diez años después del suceso, con la llegada de Martín de Herrera a la archidiócesis, se convertiría en el arzobispo impulsor de las peregrinaciones organizadas a la Cripta, poniendo su empeño en terminar las obras iniciadas anteriormente por el cardenal Payá y Rico e instaurando, desde el Año Santo de 1891, una ambiciosa política jacobea por la que sería recordado en la posteridad.


Para inmortalidad de ese recuerdo, y como si un poco de Santiago y la Catedral fuesen suyos, su figura todavía sobresale hoy en día de una de las paredes de la basílica. Al alzar la vista a uno de los laterales en la Praza das Praterías, Martín de Herrera aparece en una placa en bronce a modo de lápida, con su figura modelada en potente altorrelieve, con intención de proceder a otorgar la bendición.

Se trata de una obra que el Cabildo encargó al artista valenciano Mariano Benlliure en 1915 y que realizó enmarcando al cardenal en un arco de medio punto con dos ángeles niños con incensarios, tan identificados aún en la actualidad con la figura del peregrino gracias a la fama alcanzada por el gran Botafumeiro. Del empeño de Herrera con la veneración multitudinaria al Apóstol no queda duda con la inscripción que acompaña a la placa conmemorativa del homenaje que le dedicó la ciudad de Santiago: “organizador celoso e infatigable de las peregrinaciones a esta santa, apostólica y metropolitana basílica”.

 

De Santiago de Cuba a Compostela

José María Martín de Herrera nació en Aldeadávila de la Ribera, Salamanca, en 1835. En el año 1875 fue preconizado arzobispo de Santiago de Cuba por Pío IX y ya durante ese tiempo como prelado en el continente americano fue reconocido por los distintos gobiernos españoles su labor política, hasta el punto de ser condecorado con la Real Orden de Carlos III.


En 1889 llega a Santiago de Compostela, tras la muerte del arzobispo Guisasola Rodríguez y después de haber pasado ya largas estancias en España en el último año. Sus reconocimientos continuaron entonces al frente de la Iglesia compostelana. De hecho, en 1897 Martín de Herrera fue nombrado cardenal por León XIII, aumentando todavía más su notoriedad en el conjunto de la Iglesia hispana y estrechando relaciones con el Estado.

Durante los 33 años, un caso excepcional en la Iglesia española, que estuvo al frente de la sede compostelana, se celebraron cinco años jubilares (1891, 1897,1909,1915 y 1920). Esto propició un marco incomparable en su pasión por impulsar las peregrinaciones a Santiago, siendo decisiva su actuación para concluir y abrir al culto la Cripta con los restos del Apóstol Santiago y refundando la Archicofradía del Apóstol.

Era tal la influencia del arzobispo en el fenómeno de las peregrinaciones de su época que en 1920 su enfermedad y avanzada edad se vio reflejada en una menor afluencia de fieles con respecto a las celebraciones pasadas.

Martín de Herrera falleció dos años después de ese jubileo, en 1922. Su tumba se encuentra en la Iglesia de As Orfas, en pleno casco histórico compostelano, no muy lejos de donde su figura aún parece bendecir a quienes llegan a la Catedral por Platerías.

 

Primeras peregrinaciones organizadas

El cardenal Herrera se mantuvo fiel en su extenso mandato eclesiástico en Compostela a la organización de los jubileos, comenzando su férrea influencia y convencimiento en el Año Santo de 1897, cuando realizó un llamamiento internacional, aunque sus peregrinaciones organizadas, las primeras de la historia, siempre tuvieron más protagonismo en la cercanía de la ciudad, con fieles llegados de la propia archidiócesis compostelana y las otras diócesis gallegas. Ya en menor medida, peregrinaron a Santiago gentes del resto de España y del extranjero.

Las peregrinaciones organizadas contaban al frente, como guías, con los sacerdotes de las parroquias junto con otros representantes de la Iglesia y con los representantes del Ayuntamiento. Se hacían cargo de los servicios de asistencia y acogida para los que llegaban a Santiago a venerar al Apóstol, encontrándose a su paso con las calles engalanadas y la Catedral lista para recibirlos, sin perder nunca el rigor religioso, propio de Herrera, de la marcha a Compostela.

No solo en Santiago dejó huella la labor a favor de las peregrinaciones. También se debe a Martín de Herrera, como gran impulsor de la cultura jacobea, el fomento de las peregrinaciones a Santiaguiño do Monte, lugar de gran tradición jacobea en Galicia, en las cercanías de Padrón. Fue él quien mandó restaurar el santuario. Desde principios del siglo XX los visitantes ascienden al lugar a través de las 130 escaleras que forman un vía crucis.

Tanta importancia tiene lo realizado en vida como su legado con respecto a este cometido, ya que su testigo fue recogido posteriormente por otros arzobispos que continuaron con la labor comenzada por Martín de Herrera ya en tiempos con mejores comunicaciones, caso del cardenal Quiroga Palacios.

Herrera supo aprovechar los Años Santos para propiciar el fervor jacobeo en tiempos de resurgimiento del culto al Apóstol y del desarrollo del transporte que facilitaba un poco más los desplazamientos. A su vez, puso el foco en la atención a las parroquias y párrocos, centrándose ya más en el día a día, y en la organización de la Curia Arzobispal.

Hasta 1906, fecha en la que alcanzaba los 71 años, realizó personalmente la Visita Pastoral en las parroquias, continuando a partir de entonces con su función, pero ya con la ayuda de obispos auxiliares. Estas visitas finalizaron por primera vez en 1898.

Recibió al clero en audiencias constantes en su residencia, el Palacio de Gelmírez, desplazándose a localidades como Vilagarcía de Arousa o mismo a Pontevedra y A Coruña, para facilitar el contacto con los sacerdotes, con una atención directa y personalizada.

 

Labor sociopolítica

El cardenal Herrera fue hermano de un ministro en gobiernos conservadores, senador del reino en varias ocasiones, y llevó a cabo, además de su interés por la promoción de las peregrinaciones multitudinarias, un papel sociopolítico destacado como uno de los prelados más influyentes en la Iglesia española. Así, sus escritos cobran gran protagonismo entre la documentación colectiva que por aquel entonces se dirigía al Papa, a las autoridades o al pueblo cristiano.


Representó al episcopado español en la Cámara, ya siendo arzobispo en Santiago de Cuba, donde se discutían temas como la cuestión romana o el matrimonio civil, y sonados fueron sus discursos en los Congresos Católicos Nacionales de Sevilla en 1892 y Burgos, en 1899, además de su implicación directa en la organización del celebrado en Santiago en 1902.

Tan activo fue en sus publicaciones que sus Cartas Pastorales, circulares, y otros escritos de carácter documental fueron recogidos en antologías. Además de sus propios textos, durante su etapa compostelana auspició la creación del Diario de Galicia, ​periódico de línea conservadora y católico-monárquica.

En sus últimos seis años disminuyó su actividad episcopal y publicista por motivos de salud, siendo mucho más espaciada, quedando atrás una intensa producción de cartas, comunicaciones, oficios, sermones, discursos o pastorales. El diseño y aplicación que el cardenal Herrera llevó a cabo sobre la Curia Arzobispal se mantuvo hasta después del Concilio Vaticano II.

El 14 de febrero de 1922, hace cien años, se celebraba un multitudinario funeral en la Praza do Obradoiro en honor a José María Martín de Herrera, arzobispo de Santiago desde 1889.

 

 

 

 

 

 

Comentarios