La mano del parteluz
del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago no es considerada
usualmente como parte de su repertorio iconográfico original. Sin embargo, esta
marca indeleble en piedra que refleja el paso de miles de personas por el
templo ha sido interpretada en clave legendaria al menos desde el siglo XVII.
Para conocer las razones de este ritual es preciso, primero, saber qué se quiso
representar en esa zona del conjunto, siguiendo los estudios del profesor de la
USC José Manuel García Iglesias.
El parteluz
forma parte de un conjunto de cuatro columnas que se disponen a una misma
altura, sobre los basamentos del Pórtico y bajo profetas y apóstoles. La
columna que divide en dos la obra (puerta de entrada principal a la Catedral
compostelana) presenta el Árbol de Jesé como temática principal en su fuste. En
el capitel se muestra la Trinidad como Trono de Gracia. Así, el conjunto representa
tanto a la genealogía humana de Cristo como a la divina. Sobre la columna
domina la figura de Santiago el Mayor, que recibe al fiel y al peregrino.
Lo insólito aparece en
el mismo fuste de la columna, en el que se marca en bajorrelieve una mano derecha
alzada, cinco dedos dispuestos a la altura de la mirada de quien se acerca al
Pórtico, justo sobre el cuerpo acostado de Jesé. Durante decenios, resultó
inevitable a los visitantes imponer su propia mano en el hueco. Lo
desconcertante de este elemento hizo que la bibliografía dedicada al Pórtico,
tan amplia, ignorase durante siglos la existencia de esta mano, atribuyéndola
primero a imperfecciones en el mármol y después al efecto de erosión de las
manos de los fieles. No faltaba razón, teniendo en cuenta que, antes de que
fuese protegida, en la entrada de la Catedral se formaban largas colas para
poder tocar un hito legendario.
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