La mano casi esculpida en el Pórtico de la Gloria


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. Existe un lugar en la vieja Compostela que fue testigo de un gesto durante decenios imprescindible y ahora vedado. Cientos de miles de peregrinos, turistas y vecinos dejaron marcada su palma en el parteluz del Pórtico de la Gloria en la entrada principal de la Catedral de Santiago. Fueron tantos que, en la última restauración del edificio, se decidió proteger la zona para evitar un deterioro irreversible. Existe ya toda una generación de compostelanos que apenas conocen este rito que, sin embargo, no es tan antiguo. De hecho, la mano del parteluz parece haber sido esculpida en origen, y no ser fruto del desgaste de años.

La mano del parteluz del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago no es considerada usualmente como parte de su repertorio iconográfico original. Sin embargo, esta marca indeleble en piedra que refleja el paso de miles de personas por el templo ha sido interpretada en clave legendaria al menos desde el siglo XVII. Para conocer las razones de este ritual es preciso, primero, saber qué se quiso representar en esa zona del conjunto, siguiendo los estudios del profesor de la USC José Manuel García Iglesias.

El parteluz forma parte de un conjunto de cuatro columnas que se disponen a una misma altura, sobre los basamentos del Pórtico y bajo profetas y apóstoles. La columna que divide en dos la obra (puerta de entrada principal a la Catedral compostelana) presenta el Árbol de Jesé como temática principal en su fuste. En el capitel se muestra la Trinidad como Trono de Gracia. Así, el conjunto representa tanto a la genealogía humana de Cristo como a la divina. Sobre la columna domina la figura de Santiago el Mayor, que recibe al fiel y al peregrino.

Lo insólito aparece en el mismo fuste de la columna, en el que se marca en bajorrelieve una mano derecha alzada, cinco dedos dispuestos a la altura de la mirada de quien se acerca al Pórtico, justo sobre el cuerpo acostado de Jesé. Durante decenios, resultó inevitable a los visitantes imponer su propia mano en el hueco. Lo desconcertante de este elemento hizo que la bibliografía dedicada al Pórtico, tan amplia, ignorase durante siglos la existencia de esta mano, atribuyéndola primero a imperfecciones en el mármol y después al efecto de erosión de las manos de los fieles. No faltaba razón, teniendo en cuenta que, antes de que fuese protegida, en la entrada de la Catedral se formaban largas colas para poder tocar un hito legendario.










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