E.G. Santiago de Compostela, “ciudad pavimentada
de estrellas”, fue uno de los destinos del británico Richard
Ford (1796-1858), autor de una densa guía de viajes con enorme influencia en el
s.XIX y con aseveraciones sobre el carácter y modo de ver la vida de los
españoles que todavía hoy, casi 190 años después, se mantienen vigentes. Residió en
España tres años, en Sevilla y Granada, y realizó otros tantos viajes a lo
largo del país incluyendo Galicia, casi desconocida por entonces.
Su importancia sin embargo no
radica tanto en su extensión y detalles como en que proporcionaba una visión de
España muy diferente a la de los tópicos del romanticismo divulgados por toda Europa,
la peculiar imagen que evocan la Carmen
de Mérimée, las leyendas andaluzas de Washington Irving o las acuarelas y
dibujos de David Roberts. No olvidemos, en este sentido, que el XIX fue el
siglo de esplendor de los relatos de viajes, y que nuestro país se convirtió en
destino de viajeros y turistas, especialmente ingleses y franceses, que
llegaban atraídos por el poder de lo exótico, la peculiaridad de las costumbres
o el profundo arraigo de las creencias religiosas y supersticiones. George
Borrow, Lord Byron, Alexandre Laborde o Gustave Doré son solo algunos de los
viajeros decimonónicos ilustres que recorrieron España plasmando después sus
impresiones.
En este contexto es en el que cobra
especial importancia la obra literaria de Ford. Pero es que además, en sus
viajes por España el británico plasmaba sus impresiones también en dibujos a
lápiz y tinta y acuarelas. Su testimonio gráfico está integrado por más de 500
piezas, algunas de ellas simples trazos y apuntes y otras bastante más
elaboradas. Reflejan en su mayor parte rincones y monumentos de Andalucía pero,
afortunadamente, también imágenes de los territorios que recorrió en sus tres
expediciones por el país, aunque las láminas no se incluyeron en su Manual.
Viaje por Galicia de Richard Ford.
Recorrió Galicia en 1832, una
tierra que contrastaba, y mucho, con el clima, el paisaje, la luz y el exotismo
de Andalucía. Las descripciones de monumentos, ciudades y paisajes del Reino de
Galicia, como lo denomina, son pormenorizadas y las desarrolla a lo largo de 11
diferentes rutas que cubren prácticamente toda la Comunidad, desde la frontera
con Asturias a la de Portugal. De su periplo gallego, Ford destaca el clima,
húmedo y lluvioso; el terreno, muy montañoso y con pocos caminos transitables;
los prados, que se asemejan a los de Suiza; la gran variedad botánica o la
calidad de sus vinos. Sin embargo no salimos demasiado bien parados en otros
muchos aspectos ya que nos describe como un pueblo tosco, atrasado, empobrecido
y obligado a la emigración para poder subsistir.
Richard Ford llega a Santiago por primera vez desde Lugo, por la ruta de Sobrado, para entrar por San
Marcos, el lugar en el que “el fatigado viajero columbrará por primera vez las
oscuras torres graníticas de Santiago, y donde, también por primera vez, oirá
la voz profunda con que le saludarán las avezadas campanas”.
Para él, la
leyenda sobre el doble descubrimiento del Sepulcro y el fenómeno de las
peregrinaciones jacobeas solo se pueden explicar como una estrategia política de los gobernantes
medievales en su afán por contrarrestar el establecimiento de La Ceca, en
Córdoba, como destino alternativo a la Meca. “Los españoles, inmediatamente, y
por no ser menos, en vista de que no les era posible ir a Jerusalén, decidieron
crear un sustituto en su propia tierra, y escogieron su montañosa capital,
donde aseguraban que también ellos tenían enterrado a su profeta”.
Tras su pasado de esplendor,
afirma, Santiago cuenta en el momento de su visita con catedral, dos colegiatas
y quince parroquias, además de numerosos conventos “abandonados y desiertos”
tras el saqueo de los invasores franceses, con los “sepulcros desplumados y en
ruinas, y aumentando el melancólico aspecto de esta melancólica ciudad”.
En
Santiago, dice, todo el mundo lleva siempre listo el paraguas y los campesinos
también bastón porque “les encantan las riñas, como si en vez de Santiago su
patrono fuera San Patricio”. Las vistas más majestuosas de la ciudad se
consiguen desde la Almáciga, el Cruceiro do Galo y el monte Pedroso, “desde
donde el panorama es tan extenso como bello”.
Estampas compostelanas del siglo XIX
Entre otras muchas obras y apuntes, reproducimos aquí dos estampas de Compostela, gracias a la generosidad de la familia del
viajero británico y, especialmente, a Francis Ford, que nos ha facilitado su
reproducción por mediación de Francisco Javier Rodríguez Barberán, profesor del
departamento de Historia, Teoría y Composición Arquitectónica en la Universidad
de Sevilla y uno de los mejores conocedores de la obra gráfica de Richard Ford.
Se trata de obras pertenecientes
a la Colección de la familia Ford (Londres), incluidas en la exposición “RichardFord. Viajes por España (1830-1833)”, realizada en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando (del 25 de noviembre de 2014 al 1 de febrero de 2015),
con la que su comisario, el profesor sevillano Rodríguez Barberán, quiso dar
visibilidad a la figura de Richard Ford en su dimensión de viajero y dibujante,
ofreciendo un nuevo perfil que completa el reconocimiento ya obtenido para sus
textos.
La primera imagen (arriba) corresponde a la obra incluida en el Catálogo de la exposición Santiago de Compostela. Vista desde “O Monte
do Gozo, junio 1832. Lápiz sobre papel, 240 x 390 mm”, que es desde donde
los viajeros ven la Catedral y oyen por primera vez “la voz profunda con que le
saludarán las avezadas campanas”.
La siguiente estampa de Compostela (bajo estas líneas) está
tomada desde la actual Alameda, o el Cruceiro do Galo, que él mismo señala como
un punto de interés para obtener magníficas panorámicas de la ciudad y que se
incluye en el Catálogo como Santiago de Compostela. Vista con la
Catedral, junio 1832. Lápiz sobre papel, 275 x 405 mm.
IMÁGENES CEDIDAS A LA REVISTA "JOYAS DE GALICIA", EN LA QUE ORIGINARIAMENTE FUE PUBLICADA ESTA INFORMACIÓN.
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