MSF. Una ciudad celosa de su tradición, orgullosa de su
monumentalidad y meta espiritual del Camino. Así se quería ver Santiago de
Compostela a través de los carteles de fiestas de principios del siglo XX,
auténticas obras de arte que, en aquella época, realizaban grandes artistas del
momento. Firmas como las de Díaz Baliño o Maside marcaron en los años veinte y
treinta una era en la que, gracias a estas creaciones, el arte se acercó al
público general.
O cartelismo en
Galicia (Ediciós do Castro, 1993), de María Luisa Sobrino Manzanares,
catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Santiago, es la obra de
referencia para conocer este fenómeno, que se hizo popular tras la
generalización de la técnica de impresión litográfica. En Compostela destaca la
producción de Camilo Díaz Baliño (1889-1936), padre de Isaac Díaz Pardo, que
fue fijo en la cartelería festiva durante todo un decenio hasta su asesinato en
la Guerra Civil.
Las propuestas de Díaz Baliño se centran primero en motivos
religiosos y medievales, siempre con la Catedral como fondo, para después dar
paso a escenas festivas, fuegos artificiales y la Vía Láctea. En el único año
en que Díaz Baliño faltó a la cita, 1931, su sustituto fue otro artista de
talla, Carlos Maside, que dejó para la historia un hermoso y muy moderno cartel
en apenas tres colores en el que una multitud admira, extasiada, un globo de
papel elevándose hacia el cielo.
Resulta curioso saber que en muchas ocasiones estos grandes
artistas debían pasar por un concurso público (ya en aquella época) para que
sus propuestas de cartel y programa de fiestas se aprobasen. El hecho de que no
se imprimiese una gran cantidad de pliegos favorecía que los tamaños no
estuviesen estandarizados. La libertad del artista, hoy perdida, era casi
total.
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