Marcas de propiedad en Santiago de Compostela (I)


   


E.G. El paseante atento puede descubrir en la ciudad antigua de Santiago de Compostela signos que van más allá de la belleza de unas rúas cuyo trazado medieval se conserva casi intacto.  Sobre los dinteles de puertas y ventanas se pueden reconocer decenas de marcas de propiedad, símbolos esculpidos en la piedra que remiten la antigua posesión de los inmuebles al cabildo catedralicio, o a cofradías y órdenes monásticas. 
 
Su extraordinaria conservación es un caso único en Europa. Las catalogadas hasta el momento son las marcas de propiedad del cabildo catedralicio de las calles del interior de las murallas medievales. Sólo en esta zona hay más de setenta conchas y escudos. Pero es que dentro y fuera del perímetro de la muralla a las conchas se unen los pinos, cálices, cruces, palomas e incluso gallinas, en un fantástico viaje simbólico a la Compostela del s.XVII, de cuando parecen ser originarios la mayor parte de estos emblemas.

Para comprender su valor y origen hay que remontarse a mucho antes. Tras el solitario templo levantado en torno al sepulcro del Apóstol, la urbe nacería a principios del siglo X con la llegada de una parte del cabildo de Iria Flavia, que se sumaba a las ya instaladas comunidades de Antealtares, Lobio y la Corticela. Es el germen del cabildo catedralicio compostelano, cuyas primeras referencias conocidas se remontan a 1017, pocos años después del ataque del caudillo Almanzor a la ciudad.
Su crecimiento en poder y propiedades sería ya imparable. En la medida en que se  replanteaban y ampliaban las construcciones entorno al sepulcro de Santiago se iba también configurando la ciudad. Las construcciones se realizaban no sólo por la necesidad de acoger a la creciente comunidad religiosa y de órdenes de carácter asistencial sino también porque los bienes inmuebles eran uno de las principales fuentes de ingresos para estas entidades.



En el s.XII  existían en las  inmediaciones de la Catedral de Santiago numerosas casas en las que residían sacerdotes, monjes,  peregrinos y personal al servicio de las instancias religiosas, muchas de ellas arrendadas. En la urbe medieval, el núcleo duro de las propiedades de la Catedral estaba en la zona delimitada por las rúas Nova, Vilar, Franco y Raíña, cuyo trazado se mantiene prácticamente intacto desde entonces. El cabildo y sus miembros eran los principales promotores y propietarios.

A fines del XIV se sabe que el cabildo contaba  con cerca de trescientas casas en el interior de las murallas. Esta riqueza inmobiliaria procedía no sólo de la nueva construcción sino también de las donaciones, o de la incorporación de las propiedades individuales de los canónigos, que a su muerte pasaban a formar parte del patrimonio del cabildo.





El barroco trajo consigo un afán constructivo que no alcanzó sólo a la Catedral sino también a las viviendas y palacios de la ciudad, que se replanteaban, se ampliaban y reconstruían sobre los mismos solares, utilizando el granito en lugar de la madera anterior. En aquel proceso de modificación del aspecto urbano, y posiblemente para evitar confusiones y poder seguir el hilo de los arriendos y subarriendos, se produjo la identificación de las casas. En algunos casos, en los palacios y edificios singulares, se hacía con verdaderas esculturas, escudos de grandes dimensiones que no dejaban lugar a dudas sobre la propiedad. Los restantes, humildes o menos significativos, se señalaban con marcas excavadas en la piedra.

El afán afán por identificar sus inmuebles ha convertido el casco viejo de Santiago de Compostela en un espacio en el que todos, compostelanos y foráneos, podemos identificar las calles y zonas de poder de cada uno de ellos.  Muchos son los que se han preguntado por el origen de la concha sobre las puertas. Popularmente se decía que era porque antiguamente allí se acogían peregrinos. Pero ¿de quién era el cáliz, la cruz de Jerusalén o esos otros raros signos e inscripciones?





Comentarios

  1. Bonito blog, encuentro interesante la historia del origen de las marcas. Bien explicado. Gracias.

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  2. Muchas gracias Emilio, nos alegra que te haya gustado.

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  3. Gracias por tus explicaciones, son interesantísimas.

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  4. Muchas gracias a ti, Mon.
    Me alegro de que te haya sido de interés.

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