La Salve de los segadores

TH. En el regreso de Castilla, los segadores gallegos, después de realizar una salve a la virgen, dejaban en Molinaseca, en el Camino Francés, como ofrenda sus hoces. El viajero William Dalrymple (1774), antes que Rosalía de Castro, ya habló así de aquellos 60.000 pobres jornaleros que cada año, y a veces con disfraz de peregrinos para poder acogerse a la caridad, se encaminaban a las campos de cereales de la meseta:

"En realidad, se puede decir que las poblaciones de Castilla dependen totalmente del pueblo gallego para sus labores manuales y , con todo, los tratan de haraganes y los miran con el más absoluto de los desprecios"

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