Fisterra, detrás de las tradiciones

Foto: Eva Fernández

TH. En un post anterior hablábamos de la tradición que muchos antiguos peregrinos siguieron, continuando desde Santiago de Compostela hasta A Costa da Morte. Existen varias razones que motivaban esta tradición, como por ejemplo el echo de ser considerada hasta finales de la Edad Media el último reducto de la tierra conocida. Pero también, el proceso de cristianización de la tradición pagana de Fisterra sería ya patente a mediados del primer milenio. A partir del siglo XII, el Códice Calixtino vincula estas tierras con la tradición jacobea. El célebre códice señala que los discípulos de Santiago viajaron a la desaparecida villa de Dugium, en la actual Fisterra, en la búsqueda de la autorización de un legado romano para enterrar al apóstol en lo que hoy es Compostela. Pero el legado, receloso, manda que los encadenen. Los discípulos consiguen escapar y, cuando están a punto de ser alcanzados, cruzan un puente que se derrumba al paso de la tropa romana que los persigue.
Pero la tradición jacobea de Fisterra se fundamenta, sobre todo, en la integración en ésta de numerosos elementos ancestrales de la zona, que no sólo les ofrecía a los peregrinos la visión de la parte más extrema del mundo conocido, sino dos de las devociones más populares de Galicia. Se trata del Santo Cristo en Fisterra, del que el licenciado Molina (s. XVI) dice que a el "acuden la mayoría de romeros que vienen al apóstol", atraídos por el echo de poder postrarse ante el hijo de Dios en tan extremo lugar, tras su estancia en Santiago, y de la Virxen da Barca, en la vecina costa de Muxía.
Según una tradición que se remonta a la Edad Media, la Virgen María acudió a este bonito lugar en una " barca de piedra" para darle ánimos a Santiago en su predicación, en un echo que vincula este santuario con el de la Virgen del Pilar de Zaragoza.

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