¡Buen campo, buenas viñas!


TH. Así, con esta brevísima frase, resumía el anónimo inglés Purchas, alrededor de 1400, su feliz paso por el Bierzo. Cien años después, el también peregrino Künig añadía que el vino de la tierra debía ser bebido "con discreto miramiento, porque hace perder a alguno el sentido, dejándose correr en la garganta como las lágrimas de un cirio". Pero los caldos no debían de ser tan nocivos cuando Gaucelmo se lo daba a los peregrinos para que cogieran ánimo. De aquellas cepas, traídas quien sabe si por los romanos o por los monjes de Cluny, conservamos hoy una notoria producción, sobre todo centrada en la variedad tinta Mencía, que da un producto suave, ligero y aromático, a medio camino entre los vinos gallegos y los de la Meseta.

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