Más allá del Apóstol: tras la huella de Francisco

 


HdC. La leyenda cuenta que hace 800 años San Francisco de Asís peregrinó a Compostela, recorriendo cientos de kilómetros desde Italia para visitar el lugar en el que se guardaban las reliquias del Apóstol.

Se dice que el santo se hospedó en la falda del monte Pedroso, en casa de un humilde carbonero llamado Cotolay, y que en sus paseos por la zona Dios le ordenó edificar un convento. San Francisco encargó tal labor al propio Cotolay, quien venturosamente encontró un tesoro para financiar la obra. Hoy se discute la veracidad de la historia, como ocurre con tantos mitos. Para José Manuel García Iglesias, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Santiago, tanto el caso del Apóstol como en el del santo de Asís “si realmente estuvieron aquí o no es anecdótico”.

Importa, sin embargo, el enorme legado de historia y patrimonio que ambos hechos dejaron en la ciudad. En el caso de San Francisco, lo tangible es que el siglo XIII marca el inicio de la presencia franciscana en Galicia, que fue una de sus avanzadas en toda España. La religiosidad propugnada por esta orden es de una actualidad pasmosa: su vocación de caridad se plasma en la ciudad en el gran trabajo solidario del albergue que regentan en la zona de Xoán XXIII, cuya labor ha sido premiada y reconocida en numerosas ocasiones.

Cuatro son los puntos principales que el franciscanismo tiene en Santiago, capital de una de las provincias de la orden: el convento de San Francisco y su anexa iglesia de la Orden Tercera; el de San Lorenzo de Trasouto; el de las Clarisas (una de las versiones femeninas de la orden); y la capilla de las Ánimas. Estos edificios guardan en su interior tesoros que pocos compostelanos han tenido la ocasión de ver. En San Francisco, por ejemplo, se conservan ocultas desde hace 71 más de veinte años piezas históricas relacionadas con esta movimiento religioso, esperando a ser reunidas en un museo cuyo establecimiento nunca llega. “Quizá fuese este el momento de organizar esa colección; sería el mejor legado que podría dejar el octavo centenario”, apunta García Iglesias. Porque el legado franciscano sigue siendo desconocido por los vecinos, como lo es uno de los museos más interesantes de la ciudad, el Museo de Tierra Santa, “sin parangón en todo el mundo, a excepción del de Jerusalén”.


Alberga, en el propio convento de San Francisco, piezas únicas relacionadas con la zona en la que nació el cristianismo y una curiosa y detallada maqueta del sepulcro de Jesucristo en Palestina. La razón de esta vinculación es que desde Santiago partieron numerosos misioneros hacia esa parte del mundo, lo mismo que a Marruecos. El convento es, además, el principal lugar desde el que la comunidad franciscana presta sus servicios a la ciudad. Desde al albergue se acoge, se da apoyo y se ofrece formación a personas sin techo, además de servir como albergue de peregrinos. En parte del antiguo convento se ha puesto a disposición del público un moderno Hotel Monumento, como fórmula para financiar las actividades solidarias de la congregación. Frente al edificio, como un faro dando entrada a la zona histórica compostelana, se encuentra el monumento realizado por Asorey en los años 20 del siglo pasado, conmemorando el séptimo centenario de la muerte de Francisco. Es una de las obras maestras de la escultura gallega y concentra en su masa pétrea toda la concepción del mundo que tienen los franciscanos: caridad, pobreza, obediencia, proximidad al pueblo y respeto a los dogmas fundacionales de la Iglesia católica.

 

Martiño Suarez




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