HdC. Tiene algo más de un siglo de vida,
una vida férrea. Por lo tanto no vio pasar ni a un solo peregrino histórico, de
aquellos que en la Edad Media cruzaban Portugal desde el sur desde el Alentejo
y recorrían centenares de kilómetros primero para dar gracias al Apóstol por
haberse librado del yugo musulmán, y luego para pedir, rogar o agradecer
cualquier cosa. Es el puente que une la orilla lusa y la gallega a la altura de
Valença do Minho y Tui, ciudades antes enfrentadas y hoy núcleos turísticos
relevantes.
Con el renacer de las
peregrinaciones, desde el Xacobeo de 1993 la riada de portugueses volvió a ser
una realidad. Tanto que ese Camino, el Portugués, ha pasado a ser el segundo
más frecuentado, después del Francés.
Claro está que ya no navegan esas
barcas típicas esperando en la orilla para salvar el Miño y depositar a los
viajeros en la otra ribera, sino que el puente de la autopista y el de hierro
cumplen esa función, la de unir una misma tierra repartida en dos países. La
ruta jacobea, así, ha sido diseñada por el puente levantado siguiendo las
directrices imperantes entonces, que emanaban de la Torre Eiffel y el uso de
una estructura férrea. En este caso, además, con la originalidad de que
mientras carruajes otrora y coches hoy van por el nivel inferior, por el
superior circula el tren.
El resumen es que este puente
inaugurado en 1886 no constituyó un hito del Camino de Santiago, pero sin duda
ahora mismo se está consolidando como tal.
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