HdC. Durham tiene un floreciente pasado relacionado con el Camino Inglés y, a tenor de los últimos esfuerzos que se están desarrollando desde hace un año, también un optimista futuro. La ciudad está situada en el nordeste de Inglaterra, no lejos de la frontera con Escocia y a escasos kilómetros de la costa, es pequeña y se emplaza en lo alto de una colina que en otros tiempos debió de ser prácticamente inaccesible, con su castillo arriba de todo y su espléndida catedral, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Su relación con el Camino Inglés le viene de su poderío
medieval y de su cercanía a la abadía de Finchale, fundada por Saint Grodric y
auténtica cabeza de esa ruta jacobea que tiene en Galicia a A Coruña, O Burgo,
Neda y Ferrol los principales puertos de desembarco de los peregrinos que
acudían en barco desde el sur de Inglaterra.
El centro de Durham –en la foto- es minúsculo: una plaza que
sirve de punto de encuentro a la sombra de una esbelta torre eclesial y de un
par de estatuas. Una plaza que hasta hace medio milenio vio pasar peregrinos
rumbo a Compostela –no sólo ingleses, sino también de los países nórdicos, del
norte de Alemania e incluso de Holanda- y que recibió en junio pasado a los
herederos de aquellos, algo menos de un centenar de personas que salvaron en
hora y media la distancia que separa la abadía de Finchale de la ciudad de
Durham.
¿Más buenas noticias? Se está preparando una segunda
peregrinación para el 10 de junio del 2017. Ese será otro hito del Camino.
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