HdC. El Camino Inglés está recuperando
el gran pulso que tuvo hasta el siglo XV. Podía haberse llamado, por ejemplo,
Camino Nórdico, porque una buena parte de los que embarcaban en Inglaterra
rumbo a las costas de Galicia procedían de ese mundo del norte. Pero no, pasó a
la historia con el nombre que tiene aún, con A Coruña y Ferrol como puertos de
desembarco, olvidados hoy los de Muros y Noia.
Lo que cayó en el olvido es que
la abadía de Finchale, hermosas ruinas, fue la cabeza de esa ruta jacobea para
la gran mayoría de los nórdicos, que desembarcaban en sus cercanías, remontaban
el río y encontraban en el impresionante conjunto de edificios un refugio donde
reponerse de los males de un viaje por mar que, sin duda, era muy duro. Después
afrontarían la bajada al sur cruzando los bosques ingleses, no exentos de
ladrones, y llegarían a puertos como Darmouth, donde volverían a subir a un
barco para cubrir la penúltima etapa de su viaje.
Hoy los muros y ventanas de la
abadía reciben a multitud de visitantes, que pagan religiosamente 3 libras
(casi 5 euros) por la entrada. Eso sí: no hay ningún panel ni folleto que
recuerden la gran vinculación de este gran hito del Camino con las
peregrinaciones jacobeas.